Es muy fácil encontrar decenas de frases de Hannah Arendt extraídas de sus obras más conocidas (Eichmann en Jerusalén, La condición humana, Los orígenes del totalitarismo). Sin embargo, la enorme figura de Arendt no termina ahí. Olga Amarís Duarte, en Hannah Arendt. Cartas del recuerdo para los amigos, plantea una diferenciación entre la Hannah Arendt pública y la privada, y es a esta segunda, a partir de cartas y diarios, a la que queremos dar a conocer aquí.

Hannah Arendt y Martin Heidegger: dos años de relación, veinte años de silencio
En 1924, Hannah Arendt inicia sus estudios superiores en la Universidad de Marburgo, donde impartía clases un profesor de filosofía atípico, deslumbrante, hijo de un tonelero y sacristán: Martin Heidegger. Arendt era una estudiante judía de dieciocho años; Heidegger, un profesor de treinta y cinco años casado que, tiempo después, mantendría con el nazismo relaciones cuya naturaleza se sigue debatiendo, pero cuya existencia es innegable.

La relación sentimental de Arendt y Heidegger, inseparable de la filosófica, fue corta (se alejaron en 1926) pero de gran intensidad. Lo demuestran las cartas recopiladas en Correspondencia 1925-1975. En ellas encontramos frases de Hannah Arendt como estas:
«Tantas cosas juntas me confundieron en sumo grado. No solo, como siempre, que verte despierta en mí una y otra vez la conciencia de la continuidad más clara y urgente de mi vida, de la continuidad -déjame decírtelo, por favor- de nuestro amor.»
Esta carta, fechada en septiembre de 1930, cuatro años después de su separación, demuestra que los sentimientos entre ambos duraron mucho más que su aventura. Aun así, la correspondencia se interrumpe en 1932, cuando el acercamiento de Heidegger al nazismo era manifiesto. Durante toda su vida, sin perder la admiración que sentía por él, Arendt se mantuvo crítica con Heidegger. En noviembre de 1952, en una entrada de su monumental Diario filosófico, encontramos estas enigmáticas frases de Hannah Arendt:
«Véase como se vea, no hay duda de que en Friburgo fui a una trampa (y no caí en ella). Y tampoco hay duda de que Martin [Heidegger], lo sepa o no lo sepa, está sentado en esta trampa y en ella se encuentra en casa; ha construido su casa en torno a la trampa. Sólo es posible visitarlo si se lo visita en la trampa, si se va a la trampa. Así, pues, fui a visitarlo a la trampa. El resultado es que vuelve a estar sentado solo en su trampa.»
La relación epistolar entre Arendt y Heidegger se reanudó en 1950. De hecho, la mayor parte de las cartas que integran Correspondencia 1925-1975 pertenecen a ese segundo momento epistolar extendido durante veinticinco años. El tono, sin embargo, será ya siempre cordial, profesional, sin rastro de la pasión con que se escribían veinticinco años antes.
Hannah Arendt esposa, Hannah Arendt amiga
En Hannah Arendt. Cartas del recuerdo para los amigos, Olga Amarís Duarte estudia la correspondencia de Arendt con algunas figuras determinantes para su trayectoria biográfica e intelectual. Martin Heidegger, naturalmente, es una de ellas. También filósofos de la talla de Walter Benjamin y Karl Jaspers, pero aquí queremos centrarnos en dos nombres mucho menos conocidos: Heinrich Blücher y Hilde Fränkel.

Heinrich Blücher, poeta y filósofo alemán, fue el segundo marido de Hannah Arendt. Durante más de treinta años en los que abundaron los viajes del uno y de la otra, el matrimonio intercambió casi cuatrocientas cartas. Como dice Olga Amarís, «ella es para él, y él para ella, el lugar del descanso, las cuatro paredes, el fuego de la chimenea, […] la casa en la que uno puede se, simplemente, lo que es, aquello que piensa». Bastan estas frases de Hannah Arendt para entender lo que significó su matrimonio:
«Todavía me parece increíble que haya podido conseguir las dos cosas: el gran amor y mi propia identidad. Y solo tengo el primero desde que he conseguido la segunda. Ahora sé, por fin, lo que realmente significa ser feliz.»
Heinrich Blücher murió prematuramente en 1970. Las frases con que Arendt, en una carta a Heidegger, describe su matrimonio con Blücher están cargadas de emoción y hondura:
«Pero no puedo escribir; a lo mejor podría hablar, pero escribir no puedo. Entre dos personas surge a veces, muy pocas, un mundo. Este es entonces la patria; fue al menos la única patria que estuvimos dispuestos a reconocer. Este minúsculo micromundo en el que uno siempre puede refugiarse ante el mundo y que se desintegra cuando uno se va. Me voy y estoy muy tranquila y pienso: irse.»
Si Blücher encarnó para Arendt el amor, Hilda Fränkel encarnó la amistad. Aunque Fränkel recibió educación filosófica y teológica, Arendt la veía como la amiga no-intelectual, la bohemia. En cierto modo, la una representaba para la otra el ideal de aquello que no eran: Arendt para Fränkel, la filósofa; Fränkel para Arendt, la artista. Se compenetraban a la perfección, y las frases de Arendt sobre Fränkel recuerdan a la amistad perfecta descrita por Aristóteles:
«Eres la única persona en mi vida a la que de forma rotunda le digo sí. Siempre falta lo humano o lo espiritual. Tú tienes todo al completo. Lo que me has dado y has sido para mí es algo tan grande.»
«No puedo llegar a expresarte lo mucho que tengo que agradecerte. No solo la distensión que procede de la intimidad entre mujeres, nunca antes experimentada por mí de tal manera, sino por el inconfundible gozo de tenerte cerca.»
Un Diario filosófico monumental
El Diario filosófico fue el laboratorio intelectual de Hannah Arendt. Frases aforísticas, apuntes de lectura, reflexiones sobre los temas que más le preocupaban: en el Diario filosófico, Arendt deja correr con libertad su pensamiento y siembra las semillas de sus próximos libros.

Las frases de Hannah Arendt más célebres se suelen extraer de La condición humana, Eichmann en Jerusalén o Los orígenes del totalitarismo, pero el Diario filosófico 1950-1973 es igualmente una mina de citas memorables. Para muestra, cuatro botones:
«Toda soledad sostenida consecuentemente termina en la desesperación y el desamparo, simplemente porque uno no puede abrazarse a sí mismo.»
«El destino es sólo la forma en que experimentamos las consecuencias de una libertad.»
«En el amor y sólo en él hay reciprocidad real, que descansa en el necesitarse mutuamente. Ser un ser humano significa a la vez tener necesidad de (otro) ser humano.»
«La soledad es la condición de posibilidad de la comunidad, y nunca a la inversa; y la comunidad es la condición de posibilidad del ser uno.»
Hannah Arendt falleció en 1975, así que en 2025 se conmemora el 50 aniversario de su muerte. Con ese motivo, desde Herder hemos preparado un librito con una selección de poemas y cartas que regalamos con la compra de cualquiera de sus libros (o de los diversos estudios de expertas y expertos en su pensamiento). Cualquier excusa es buena para empezar a leer a una de las grandes filósofas del siglo XX.
