5 errores más comunes cuando hablamos de liberalismo

Judith Shklar, autora de El liberalismo del miedo, Los rostros de la injusticia y Sobre la obligación política, pone en evidencia a lo largo de toda su obra los errores más comunes en la conceptualización del liberalismo, asunciones sostenidas todavía hoy en día tanto por académicos como políticos que ponen en evidencia el paulatino desplazamiento del significante liberal de las últimas décadas.

Error 1. Asumir que el liberalismo tiene apareado un tipo de filosofía vital concreta, una Weltanschauungen

En otras palabras, que «el liberalismo es necesariamente ateo, agnóstico, relativista y nihilista». Aunque Shklar argumenta que el escepticismo es proclive a adoptar una manifestación política de carácter liberal, solidificar la propuesta liberal en un contenido idiosincrático concreto o una posición ideológica pervierte, según la autora, el espíritu formalista y procedimentalista del liberalismo.

El liberalismo del miedo libro
El liberalismo del miedo, Judith Shklar (Herder, 2018)

Para Shklar lo importante del liberalismo no es tanto dónde se traza la línea entre lo que entra dentro del ámbito público y lo que queda fuera de este «como que se trace». El límite que se trace dependerá en cada momento histórico de las relaciones de producción existentes, de los medios tecnológicos y, en términos de Habermas, de la relación entre sistemas y modos de vida del momento político.

El liberalismo del miedo de Judith Shklar –obra sobre la que podemos saber más en el siguiente análisis– nos mantiene constantemente en una interesante y siempre irresuelta tensión entre esta aparente definición formal, transparente y transhistórica del liberalismo y una conflictiva –y ciertamente ambigua– relación con la tradición, pues según Shklar «ninguna sociedad que todavía conserve rastros de la vieja división tripartita de la humanidad entre quienes rezan, quienes luchan y quienes trabajan puede ser liberal». En el fondo de este debate reside la clásica pregunta de hasta qué punto el liberalismo puede ser tolerante con la intolerancia: «todo depende del contexto y las tendencias de la tradición», nos dirá Shklar.

Error 2. Asumir que liberalismo es sinónimo de modernidad

Entendiendo que la modernidad «no alude simplemente a todo lo sucedido desde el Renacimiento, sino a una mezcla de ciencia natural, tecnología, industrialización, escepticismo, pérdida de la ortodoxia religiosa, desencanto, nihilismo e individualismo atomista», el liberalismo se ha comúnmente confundido con la consecuencia política lógica de este período de desesperanza o, como diría Sloterdijk, cinismo.

Sin embargo, según Judith Shklar, no podemos decir que el liberalismo ha tenido verdaderas materializaciones políticas «salvo tal vez por contraste con lo sucedido a partir de 1914»:

«Resulta difícil encontrar un gran flujo de ideología liberal en mitad del autoritarismo católico, la nostalgia corporativista romántica, el nacionalismo, el racismo, el respaldo del esclavismo, el darwinismo social, el imperialismo, el militarismo, el fascismo y la mayoría de las variedades de socialismo que presidieron la batalla de las ideas políticas en el siglo XIX.»

Como nos muestra Shklar en El liberalismo del miedo, el liberalismo tiene sus orígenes en la Europa posterior a la Reforma, época en la cual se fragua la defensa de la tolerancia como un valor moral desligado de las políticas públicas de la Iglesia. Más tarde se cortará el cordón umbilical entre Dios y conciencia pero se seguirá manteniendo la voluntad de «proteger [a los ciudadanos] de las incursiones de la opresión pública al individuo, ya sea el portador de una conciencia sagrada o la víctima potencial de la crueldad».

Error 3. Asumir que el liberalismo no tiene ningún tipo de contenido práctico

Para Judith Shklar, ser liberal no significa ser un «reduccionista» que meramente limita las funciones de la política a un minimalismo instrumental sino que significa ser de aquellos que «no quieren pagar el precio de aventuras utópicas».

«La modestia intelectual no supone que el liberalismo del miedo no tenga contenido, tan solo que es un contenido absolutamente no utópico.»

Sobre la obligación política, Judith Shklar

Como resume Axel Honneth en el prólogo de El liberalismo del miedo, para Shklar precisamente «lo que hay que aspirar no es a establecer situaciones deseables, sino a impedir situaciones condenables» a través, por un lado, de la memoria histórica –como primer momento analítico– y, por otro lado, del control de daño –como segundo momento de acción práctica–.

El liberalismo del miedo que propone la autora «se basa en experiencias comunes y corrientes e inmediatas», es decir, el «miedo al miedo», y por ello «ofende a quienes identifican la política con las aspiraciones más nobles de la humanidad». A esto responde la autora que «lo que haya que considerarse noble es, sin duda, muy discutible» y ciertamente no compete al gobierno.

Lo que compete a este último –y en ello consiste el contenido práctico del liberalismo– será el despliegue de las condiciones institucionales y procedimentales que hagan efectivo ese control del daño a los ciudadanos frente a actos de crueldad y coacción, así como abusos puntuales y sistémicos por distintos actores e instituciones. Por otro lado, lo que concierne a los ciudadanos liberales, como desarrolla la autora en Sobre la obligación política, es un profundo compromiso político con la sociedad que habita.

Error 4. Asumir que la libertad negativa no prescribe condiciones y procedimientos que hacen efectiva dicha libertad

Shklar en la obra embiste en contra del análisis dualista de Isaiah Berlin, según el cual en cuanto uno trata de establecer condiciones procedimentales para hacer posible de forma efectiva una libertad negativa, necesariamente acaba saltando al polo teórico de la libertad positiva. Judith Shklar defiende un liberalismo basado en una realización efectiva de la libertad negativa. Para la autora es indispensable generar un complejo régimen de instituciones y procedimientos concretos para el ejercicio de la libertad negativa.

Entre estas instituciones y dispositivos se incluyen desde «mecanismos de creación de consentimiento y garantía de imparcialidad» hasta «restricciones impuestas al gobierno» basadas en la «división y subdivisión constante del poder político», una «defensa contundente de la igualdad de derechos y su protección legal», además de la institución de un sistema pluralista y una cultura política de asociaciones voluntarias que hagan de contrapeso al poder político más centralizado.

Error 5. Asumir que el liberalismo lleva inherentemente apareada una noción ideal de naturaleza humana

Shklar agrupa bajo el rótulo de «liberalismo de los derechos naturales» aquellas teorías políticas que persiguen la satisfacción de un «orden normativo preestablecido ideal, ya sea de la naturaleza o de Dios» a través de determinadas garantías públicas top-down. Este tipo de liberalismo –en el que podríamos enmarcar a clásicos como Locke o Mill– persigue la correlación inequívoca entre los principios ideales y «todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida pública».

Sin embargo, la propuesta política de Judith Shklar, recogida en El liberalismo del miedo,

«no ofrece, sin duda, un summum bonum por el que todos los agentes políticos deberían luchar, sino que comienza ciertamente por un summum malum que todos nosotros conocemos y deberíamos evitar, si pudiéramos. Ese mal es la crueldad y el miedo que despierta, así como el miedo al miedo mismo.»

Así, el liberalismo del miedo «reemplaza a la razón humana genuina con la “racionalidad instrumental”». No pretende prescribir ninguna noción de naturaleza humana concreta porque la indeseabilidad de padecer un acto de crueldad se deriva no de una noción ideal de naturaleza humana sino de ese principio físico y psicológico –ese «miedo al miedo»– que compartimos incluso con el resto de animales.

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