Alain Badiou y sus ‘Observaciones sobre la desorientación del mundo’

Alain Badiou, uno de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo, sigue en plena forma. La demuestra su último libro, Observaciones sobre la desorientación del mundo, un ensayo en el que de forma casi literal ejerce una función de brújula. En tiempos desorientados, el pensamiento de Badiou delata las fantasmagorías, los puntos de referencia engañosos, y nos ayuda a recuperar el norte.

La multiplicidad ineficaz de las tendencias pseudopolíticas y la esterilidad de las acciones exclusivamente negativas; lo que Lyotard llamaba, por lo demás con satisfacción, la desaparición de los «grandes relatos», como el marxista de la emancipación de los pueblos; el fiasco de los «Estados socialistas»; la desaparición, en todo caso en Francia, en el parlamentarismo burgués llamado «democracia», de la oposición estructural entre izquierda y derecha; la desaparición del conflicto fundamental relativo a la propiedad pública o privada de los medios de producción y de intercambio: todo esto, mezclado, combinado y machacado por la pandemia y sus efectos económicos, sociales, culturales y familiares, hace que con razón tengamos el sentimiento de un desorden general, de una dispersión de las conciencias, de una incertidumbre general en cuanto al futuro, cercano o lejano. Llamo sintéticamente a todo esto desorientación.

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Mi seminario de los años 2004-2007, publicado en Fayard en enero de 2022, llevaba por título S’orienter dans la pensée, s’orienter dans l’existence [Orientarse en el pensamiento, orientarse en la existencia]. Propone evidentemente un concepto de orientación e indica cuáles pueden ser los distintos tipos de desorientación. El punto crucial es que una desorientación proviene siempre del fracaso provisional, o ausencia mal explicada, de un procedimiento de verdad. El punto fijo de lo Verdadero, afirmado como tal, es en efecto el apoyo de toda orientación estratégica en la existencia, tanto privada como pública, de los animales humanos que somos, sea esta orientación practicar las consecuencias de ese punto fijo o sea, al contrario, ignorarlas lo más sistemáticamente posible.

He aquí algunos ejemplos, sacados de lo que he llamado «los cuatro procedimientos de verdad», es decir, la ciencia, el arte, el amor y la política.

En la ciencia, la mutación, en el siglo XVI, de la astronomía y de la física de los cuerpos en movimiento creó un umbral de desorientación considerable en una sociedad ideológicamente organizada por la visión del universo tal como Aristóteles la describía, descripción santificada por la Iglesia católica, la institución ideológicamente dominante. Que la Tierra sea redonda y no plana, que no sea el centro del universo y que en definitiva el hombre, creado «a imagen de Dios», viva en un subproducto planetario del cosmos, todo esto desorientaba a mucha gente. Brecht escribió sobre esa desorientación, cuyo punto (científico) de verdad era la cosmología galileana, una obra muy hermosa sobre qué representan, en una época determinada, las orientaciones y las desorientaciones en torno a un punto de verdad científica.

En el arte, la revolución introducida a principios de siglo xx tanto en la pintura (abandono de la figuración, de la «copia de la naturaleza») como en la música (la sustitución serial de la tonalidad clásica) también ha desorientado a un público amplio, una parte importante del cual —aferrado como está a las escalas legadas por la tradición occidental y a los retratos que parecen de señoras de la alta sociedad— toda vía no se ha recuperado. El punto de verdad artística, alrededor del cual giran la opinión y el juicio, es en este caso el vuelco más allá de la representación y de la tonalidad.

En el amor, como lo muestra el tema de un gran número de novelas, la desorientación se refiere a la relación con el otro tal como la ha constituido el conjunto de un encuentro, una declaración y una decisión de vida compartida, y tal como las peripecias de la vida común y/o un nuevo encuentro la disuelven en uno de los miembros de la pareja. La desorientación tiene como punto de verdad compartir amorosamente el mundo entre un «Yo» y un «Otro».

¿Cuál es el punto de verdad de una desorientación política? Siempre es el descubrimiento del mecanismo que engendra, en una sociedad determinada, un régimen especial de desigualdad, un poder de Estado al servicio de la perpetuación de ese régimen y una ideología dominante que sustenta la necesidad de todo ello. En lo que nos concierne, es la crítica marxista del capitalismo, que se acompaña de una propuesta comunista de reorganización total de los vínculos sociales, la que constituye el punto de verdad de una orientación nueva. Y hoy en día el aparente fracaso histórico de esta verdad es el que desorienta masivamente a las sociedades contemporáneas.

Podemos decirlo de otro modo: el tiempo histórico, si se reduce a la eternidad del Capital, solo puede ser un estancamiento, un tormento desorientado, cuyos síntomas enfermizos serán los que he descrito en el capítulo precedente: parlamentarismo inepto, liberalismo económico cínico, extremismo racista y fascistizante, e izquierdismo crepuscular abocado a una eterna y vana negación.

La pandemia se consideró erróneamente en su momento como la causa de la desorientación de la opinión pública. No fue sino una consecuencia mal controlada. Nuestro mal se remonta a la contrarrevolución de los años ochenta del siglo pasado, revancha del suplicio que había sido infligido a la burguesía, a lo largo de los años sesenta y setenta, por los momentos relámpago de verdadera política cuando, en nombre de la verdad marxista, jóvenes burgueses/as se unieron activamente a los obreros de las grandes fábricas.

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