Arno Gruen, psicólogo y psicoanalista se hace una pregunta que ha pasado por la mente de cada uno de nosotros/as, y que da nombre a su libro «¿Es posible un mundo sin guerras?»
Reflexiones sobre la guerra
Uno de los primeros pasos no solo para saber si es posible un mundo sin guerras, sino para, además, saber cómo podemos llegar a ese futuro utópico es reflexionar sobre el origen intrínseco de las guerras. ¿Somos los seres humanos incapaces de convivir en paz? ¿Es la guerra la manifestación más oscura de nuestra naturaleza? ¿Tenía razón Hobbes al afirmar que el hombre es un lobo para el hombre?
Para Gruen, la guerra es la forma más peligrosa de violencia, pues se ampara bajo leyes y eso que llamamos justicia moral. Las guerras siempre parecen estar justificadas, tener una razón de ser, basarse en causas ideológicas, económicas o políticas. Este tipo de violencia solo se desarrolla bajo un acuerdo mutuo de las personas que participan en ella (ya sea activamente o tolerándolas pasivamente).
La guerra como parte inherente de nuestra sociedad
Uno de los rasgos típicos de nuestra sociedad actual, y quizás uno de los más nocivos, es el de competencia y dominio de unos sobre otros. Incluso en las sociedades democráticas, cuya teoría reside en la igualdad de oportunidades, se incluyen corrientes subterráneas de poder y dominación. Y esto se muestra no solo entre gobiernos o políticos, sino que ha llegado a formar parte de nuestra vida diaria; cuando nos comparamos con el vecino, cuando criticamos a un familiar, cuando rechazamos lo diferente. Todo nuestro sistema social, desde la educación hasta la vida laboral está basada en la competencia. Hemos dejado de “simplemente ser” ahora somos más o menos, mejores o peores.
En el momento en el que la rivalidad y el enfrentamiento están incorporados en el más mínimo detalles de nuestras vidas dejamos de extrañarnos cuando se muestran también en niveles más globales, y la posibilidad de vivir en un mundo sin guerras queda más lejos que nunca. El clima social se convierte en una continua demostración de quién es mejor, quién es más poderoso, y se empiezan a encontrar razones para atacar a aquellos a los que consideramos mejores, peores o simplemente diferentes que nosotros.
«Considerándolas a largo plazo, las sociedades que no fomentan la convivencia, sino el enfrentamiento, están condenadas a hundirse.» Arno Gruen
Un mundo sin guerras: ¿futuro utópico?
Para ser capaces de entender los conflictos bélicos y llegar a vivir en un mundo sin guerras primero tenemos que entender también a nuestras propias guerras diarias, al rechazo hacia “el otro” que asumimos como natural en nuestra vida cotidiana. Lo que parecemos olvidar es que el ser humano solo es capaz de sobrevivir cuando coopera, cuando vive en grupo, cuando el bien común y el bien individual se convierten en el mismo.
Gruen responde a su propia pregunta: ¿Es posible un mundo sin guerras? estableciendo que las guerras son evitables, que esa utopía que parece inalcanzable de un mundo pacífico es posible si nos aferramos a la parte buena de las personas. Si dejamos atrás el odio y el rechazo para entender que nos necesitamos unos a otros para sobrevivir.
Y tal y como dice Viktor Frankl en su libro «El hombre en busca de sentido»: una de las características intrínsecas del ser humano, y que nada ni nadie te puede robar, es la capacidad de decidir. Así que quizás la pregunta que deberíamos estar haciendo no es si es posible un mundo sin guerras, sino qué podemos hacer cada uno de nosotros para alcanzar ese futuro.
En vez de cobijarnos en la idea de que la violencia y los conflictos son inherentemente humanos, busquemos y fomentemos la libertad personal de decidir cómo actuar en nuestro día a día. Dejemos atrás nuestras pequeñas guerras cotidianas, no aceptemos los comportamentos abusivos y violentos en nosotros mismos, en nuestros vecinos y familiares, y así quizás llegará el día en que la guerra nos será tan desconocida, tan impensable e inasumible que podamos vivir en la utopía de la paz.
